“La música es un vehículo muy potente para transmitir mensajes de paz, de tolerancia, contra la xenofobia y la discriminación".

Guilherme Peixoto nacido en 1975 en la ciudad de Braga, es un sacerdote portugués que ha logrado a lo largo de estos años, hacer una fusión poco común: unir la fe con el poder de la música electrónica.  Entró en el seminario a la edad de 13 años y siempre ha estado vinculado al catolicismo sin dejar de lado su pasión por la música: formó parte de un grupo de canto popular, una banda de pop-rock.

Ordenado en 2006, Peixoto comenzó su ministerio como cualquier otro párroco, pero pronto descubrió que su pasión por la música podía convertirse en una poderosa herramienta pastoral. En ese mismo año inició con la apertura de un bar junto a la parroquia de la que se hacía cargo para recaudar fondos. A medida que se daba a conocer, se inscribió en una escuela de DJ donde asegura haber hecho un salto cualitativo; ahora reúne a más de 10.000 personas en sus sesiones.

Con el tiempo, comenzó a mezclar sonidos electrónicos con mensajes espirituales, transformando celebraciones religiosas, encuentros juveniles y eventos masivos en verdaderas experiencias de fe y comunión. Su estilo le ha valido reconocimiento mundial, especialmente tras su participación en la Jornada Mundial de la Juventud 2023 en Lisboa, donde hizo bailar a más de un millón de jóvenes desde el altar principal.

Pero uno de los momentos más emblemáticos de su carrera fue en 2019, cuando visitó al Papa Francisco en el Vaticano, el “DJ sacerdote” se acercó al Sumo Pontífice con una petición poco común: que bendijera sus auriculares, herramienta clave de su ministerio poco convencional. Francisco, con su habitual sonrisa cómplice, accedió sin dudar.

“Me miró con ternura y entendió que esos audífonos son, para mí, una forma de conectar con los jóvenes y transmitirles un mensaje de fe”, contó Peixoto en entrevistas posteriores. “No se trata solo de música; es una forma de oración.”

Hoy, Guilherme Peixoto sigue predicando con música y mezclando beats con fe, demostrando que también se puede rezar en la pista de baile.